De hecho, él explicaba por qué escribía, creo recordar, alegando que en la cabeza se le dibujaban formas como nubes y necesitaba sacarlas a la luz. Es como si esas cosas tuvieran vida propia, simplemente sucedieran en su mente, y él se limitara a ser un minero que las extrae y un expositor que las exhibe. Algo así afirmaba un poeta sufí: que él era la flauta por la que silbaba una música; como dice abajo Bécquer, él es el vaso que atrapa un humo, unas ondas, un vapor. Esto no quiere decir que la tarea del minero y expositor no sea ardua, no requiera una continua revisión y corrección, a la búsqueda de una perfección que nunca se alcanza. Para ser un mero canal de comunicación, hay que currar con denuedo, precisamente porque se afana uno por corporeizar lo que viene sin cuerpo, lo que no es como uno mismo.
Tan es así, tanto puede ser que el poeta sirviera de transmisor de mensajes ocultos para él mismo, que yo me atrevo a asignar a su poema un significado epistemológico. En efecto, creo que el espíritu que pinta y elogia Bécquer en este poema es también el espirituoso vapor que se extrae con los alambiques intelectuales; es las líneas esquemáticas que se obtienen comparando fenómenos e ideas y buscando el elemento común que permite agruparlos bajo un supraconcepto abstracto.
Y es que el amor romántico es muy bonito, para quien lo pueda y quiera experimentar; pero no es más que una instancia, precisamente, de un fenómeno más general: la extrema concentración que exige la persecución de un objetivo (en principio, práctico) y el enorme placer que reporta su consecución; verbigracia, el flow que se experimenta al perseguir una idea y el eureka que se grita al comprenderla.
Pero les dejo con el poema. Y les dejo también con un link a un locutor que lo recita de modo excelente: a veces le parece a uno que traiciona al poema al leerlo con un tono distinto al de nuestra lectura interior; otras veces, en cambio, le saca registros que se nos estaban escapando y gracias a él resuenan en nuestro pecho, como en un tambor.
Espíritu sin nombre,
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la
idea.
Yo nado en el vacío,
del sol tiemblo en la
hoguera,
palpito entre las
sombras
y floto con las
nieblas.
Yo soy el fleco de
oro
de la lejana
estrella,
yo soy de la alta
luna
la luz tibia y
serena.
Yo soy la ardiente
nube
que en el ocaso
ondea,
yo soy del astro
errante
la luminosa estela.
Yo soy nieve en las
cumbres,
soy fuego en las
arenas,
azul onda en los
mares
y espuma en las
riberas.
En el laúd, soy nota,
perfume en la
violeta,
fugaz llama en las
tumbas
y en las ruïnas
yedra.
Yo atrueno en el
torrente
y silbo en la
centella,
y ciego en el
relámpago
y rujo en la
tormenta.
Yo río en los
alcores,
susurro en la alta
yerba,
suspiro en la onda
pura
y lloro en la hoja
seca.
Yo ondulo con los
átomos
del humo que se eleva
y al cielo lento sube
en espiral inmensa.
Yo, en los dorados
hilos
que los insectos
cuelgan
me mezco entre los
árboles
en la ardorosa
siesta.
Yo corro tras las
ninfas
que, en la corriente
fresca
del cristalino
arroyo,
desnudas juguetean.
Yo, en bosques de
corales
que alfombran blancas
perlas,
persigo en el océano
las náyades ligeras.
Yo, en las cavernas
cóncavas
do el sol nunca
penetra,
mezclándome a los
gnomos,
contemplo sus
riquezas.
Yo busco de los
siglos
las ya borradas
huellas,
y sé de esos imperios
de que ni el nombre
queda.
Yo sigo en raudo
vértigo
los mundos que
voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.
Yo sé de esas
regiones
a do un rumor no
llega,
y donde informes
astros
de vida un soplo
esperan.
Yo soy sobre el
abismo
el puente que
atraviesa,
yo soy la ignota
escala
que el cielo une a la
tierra,
Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.
Yo, en fin, soy ese
espíritu,
desconocida esencia,
perfume misterioso
de que es vaso el poeta.
!excelente esa teoría de la creación! Estoy totalmente confirme con lo que explicas con tanta sencillez como hondura. Sin duda que los poetas y todos los creadores son medios.... no fines.
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